domingo, 13 de septiembre de 2009

Vida, Obra y Muerte de Valentín Mancera

Desde su primera gestión presidencial (1876-1880), el principal cuidado del general Porfirio Díaz fue consolidarse en el poder. En el orden político, procuró dominar al Poder Legislativo, que hasta los tiempos de Juárez había sido poderoso opositor del Ejecutivo. Para ello, manejó las elecciones de senadores y diputados de manera que sólo tuviesen acceso a las Cámaras quienes le fueran incondicionales hasta la ignominia, como se decía entonces. Se recurrió al fraude electoral por vía de la violencia, la imposición de urnas, la votación multitudinaria de las mismas personas y hasta la increíble sufragación de los muertos, fuesen niños o adultos, siempre a favor de los intereses y la política de un gobernante enceguecido por la soberbia y la ambición. Como resultado de todo esto, el Congreso decayó completamente para convertirse en un apéndice del Jefe del Ejecutivo, bajo un clima de aparente legalidad y democracia, que una gran parte del mundo reconocía. La misma política fue ejercida en los estados: se i impusieron gobernadores adictos al presidente, de manera que la federación desapareció de hacho y se estableció un centralismo presidencial absoluto, con el Poder Judicial también sometido a las mismas circunstancias.
Entonces si, con la tolerancia de una Iglesia más humana que divina, se decidió someter a sangre y fuego cualquier síntoma de rebelión popular. El presidente mandaba, el ejército obedecía. De esta manera, en 1869, el gobernador de Veracruz recibió el comunicado presidencial de que reprimiera, a como diera lugar, una rebelión que por aquellas tierras se gestaba: “Mátalos en caliente, después averiguas”, era orden girada por el presidente. Y así lo cumplió el mandatario local, quien, sin formación de causa, ejecutó a nueve hombres, el 25 de junio de aquel año. Y así se hizo famosa, extendiéndose por todo el territorio nacional, la perversa e increíble máxima de don Porfirio, la cual solían repetir sus diputados, a lo largo y ancho del territorio nacional, sólo que, a su modo: “Mátalos en caliente, dispués viriguas...”.
De ellos no hace falta decir nada, el propio pueblo los ha descrito magníficamente en letrillas satíricas, improvisaciones de café y sonetos, como aquél, genial, que el poeta poblano Manuel Flores (1840-1885) alguna vez les dedicó:
UN DIPUTADO PORFIRISTA
¿No es mejor que tejer sillas de tul
y que acabar en condición tan vil
codearse con la gente señoril
y pasarse la vida de gandul?
Pues vamos a atrapar una curul,
seré ministerial, seré servil,
con tal que ponga mano en los “tres mil”,
¡que me pongan a mí de oro y azul!
Esto dijo el pillastre de Manuel.
Se pronuncia, resulta general,
ayuda a Tuxtepec, triunfa con él,
y aquí me tiene usted a este animal
aún oliendo a cantina y a burdel,
diputado al congreso nacional.
GUANAJUATO
Durante este primer período presidencial de Díaz, en Guanajuato apareció uno de los personajes más queridos y recordados de que se tenga memoria en el pueblo y la región de Celaya: Valentín Mancera, cuya tumba, en forma de obelisco, se encuentra todavía en el panteón viejo de la ciudad, sin ninguna lápida especial que lo recuerde, pues sólo la tradición orla es la que nos cuenta que allí yacen los restos del legendario pionero opositor al régimen de la dictadura. Y uno tiene que recurrir al libro de los recuerdos, para saber que efectivamente bajo aquel obelisco hermoso se encuentra el polvo y el nombre de aguerrido combatiente, con un tenue letrero manuscrito con ladrillo en una de las caras de tan singular sepultura, pues el pueblo, a partir de 1916, al término de la Revolución que hizo pedazos toda forma de contumacia dictatorial, quiso que las generaciones venideras también lo recordaran en esta simple frase: Valentín Mancera, 1840 -1882.
Y quien sabe de dónde (quizá de la misma eternidad), como cascada de luces y de sombras, brotan las notas de una canción que dice:
LEYENDA DE VALENTÍN MANCERA
En el Bajío celayence, por el año del cuarenta,
ardió a la vida un varón, un hombre, toda una hoguera.
Desde niño tuvo el don de oír llorar a su tierra,
de escucharle sus pesares y comprenderle sus penas.
Fue campesino y fue pobre, fue peón y no tuvo escuela,
pero fue la mano fuerte de muchos en su tristeza.
Ay, qué verdes horizontes pintan de gozo la siembra,
Qué ricos son los que viven en el casco de la hacienda.
Así pensó Valentín, así dijo Mancera,
a los hombres que como él, sangrando la vida entregan.
Hasta que vino el momento, ay mezquites de la acequia,
pirules de Bordomocho y de San Juan de la Vega.
El momento en que partió, galopando en su leyenda,
a hacerse perro del mal, mordiendo rabia y cadena.
Los pobres de todas partes lo esperaban a la puerta
y él descargaba maíz y dinero y la promesa
de no dejar de luchar contra la alcurnia y su fuerza,
que era el gobierno de Díaz: ¡Hacedores de miseria!
Pero tuvo su final, como un héroe de epopeya,
una mujer le dio el tiro de gracia a su gran carrera,
traicionándolo a placer por unas cuántas monedas.
Ay, Sanjuana, ¿qué pasó? ¿Te bajaron las estrellas?
El hombre que tú entregaste era Valentín Mancera.
Ay, Sanjuana, ya no da más luz la llama guerrera,
los pobres de Guanajuato te llamaran ¡traicionera!
El año de ochenta y dos una tumba lo recuerda
y muchos vienen aquí a contemplar la cantera
que guarda bajo la noche su memoria que es eterna.
LA HISTORIA
Era este caudillo originario de San Juan de la Vega, comunidad ribereña del río Laja, ubicada a sólo diez kilómetros, hacia el noroeste de la cabecera municipal. Peón, como tantos, al servicio de crueles y despóticos amos, en su mayoría ibéricos o de origen hispano, cuyo desmedido poder, alimentado por la política represora de Porfirio Díaz Mori, abarcaba la vida y la muerte de todos los pobres nacidos y criados en las tierras de sus dominios. Los padres de familia, tras cumplir jornadas de hasta catorce horas de labores esclavizantes, regresaban a la humildad de sus hogares con los labios resecos y el sabor de la tristeza pudriéndoles el alma. Las esposas los esperaban, escuchando llorar a los numerosos hijos, de hambre o de dolor, por causa de la extrema miseria en que vivían o por alguna de las muchas enfermedades que desde el nacimiento los iban consumiendo.
Apenas se sentaban a descargar un poco, aquellos sufridos celayenses (igual que millones de mexicanos de esos tiempos) se le rendían al sueño. Y muchas veces, aún con el taco de frijoles (o únicamente de sal) en la boca, eran requeridos por el clarín de la hacienda para que de inmediato se presentaran a cumplir sus tres horas de vigilancia obligatoria alrededor de la Casa Grande, antes de tener permiso “completo” para estar con los suyos.
Tal situación fue el detonante para que rancheros valerosos estremecieran la paz porfiriana con el estallido justiciero de su coraje y decisión haciéndose perros del mal para los hacendados y las tropas que los protegían.
Este fue el caso de Valentín Mancera, quien, tras arrebatarle el fuerte a un potentado de nombre don Jesús Farfán, con el que aquél golpeaba inmisericordemente a un muchacho de la comunidad de los Galvanes, con el mismo instrumento de tortura le pegó hasta derribarlo del caballo y enseguida huyó hacia el silencioso caserío de San Juan, de donde más tarde partió acompañado por los cinco mozos de don Eusebio González, los cuales hasta la muerte le fueron leales y anduvieron con él en todas sus justicieras correrías.
DON EUSEBIO GONZÁLEZ
Los cinco mozos de don Eusebio González (esposo de la benefactora celayense doña Emeteria Valencia) se llamaban: Cipriano Méndez, Feliciano Albor, Bonifacio Núñez, Longinos Cuarenta y Cenobio Alcántara, eran como sus capataces o sus mayordomos, personas de confianza en las faenas y la administración de la finca “La Partida”, ya que él radicaba en la ciudad. En esta propiedad se vivía mejor que en otras haciendas, pero no dejaba de ser un lugar de humillación y desprecio para la gente oprimida. Quizá la generosa influencia de su mujer hacía que aquel hacendado fuese un poco más benigno o menos déspota con los hombres que, según frase de los tiempos “nacieron para ser hechos leña”.
Primero tuvieron que vagar de cerro en cerro, escondiéndose en las barrancas como los coyotes y las víboras, hasta que se hicieron de más gente, como ellos, para tomar la justicia en sus manos y recorrer los caminos y rancherías desde Celaya hasta el municipio de Acámbaro, de donde era originario Cipriano Méndez, robando a los ricos para socorrer a los pobres, pagándoles así a aquellos españoles que tan malamente los trataban.
Donde quiera que podían, Valentín y Cipriano, mientras sus huestes se dedicaban al saqueo y quema de papeles en las casas de los acaudalados, invitaban a los trabajadores a unirse al movimiento contra las leyes bárbaras de Porfirio Díaz, y no pocas fueron las comunidades que respondieron a su llamado, poniéndose a sus órdenes tras haber asistido a la incineración de los libros de raya, donde los crueles amos los tenían prisioneros para toda la vida.
Fue a partir de entonces que comenzó a cabalgar su leyenda. En los pueblos los esperaban con ansiedad, porque sabían que él, Valentín Mancera, les llevaría algún consuelo o noticia acerca de dónde y dónde más las tropas de la Acordada ya habían sido derrotadas por ellos, que representaban a todo un país en pie de lucha contra los abusos de la política imperante. El número de sus seguidores ya era enorme. En todas partes los respetaban y los querían, a sabiendas de que su inconformidad era contra el gobierno, al que, por otra parte, ya se le notaba las negras intenciones de prolongarse en la presidencia, tal lo relataban los anónimos:
Por bando nacional, ya promulgado,
sepa toda la gete
que el pueblo que está aquí representando
sacó de Presidente
al que en la presidencia está sentado
y seguirá sentado eternamente.
Mancera se había levantado en armas en 1878, y ya para 1881, durante el segundo período presidencial del dictador, la orden de muerte contra él había sido dada a través de Manuel Muñoz Ledo, gobernador de Guanajuato y gran amigo (como todos los gobernadores) del Presidente y de los gachupines.
EL PRECIO POR SU CABEZA
Trescientos pesos oro era el precio que se ofrecía por la cabeza del rebelde, y Dionisio Catálan, Jefe Político de Celaya y Comandante de Policía y Capitán de Caballería del Estado de Guanajuato desde el efímero período gubernamental de Manuel Leal, otro ferviente siervo de las elegancias porfiristas, no hallaba cómo quedar bien con el gobierno y con los terratenientes, la Iglesia rica y las elites que se sentían con el derecho de sentarse a la derecha de Dios a juzgar a los hombres. Catálan era español, como españoles eran varios de lo que le exigirían que cumpliera la orden presidencial. Se esmeraba en quedar bien con todos, pero principalmente en salvaguardar su futuro político, ya que las habilidades y relaciones de don Porfirio auguraban que el oaxaqueño permanecería muchos años más ante el timón del mando.
Algunos le decían que era inútil perseguirlo, porque aquel ranchero belicoso era el diablo en persona; otros le aconsejaban no ceder en su empeño, abrillantándole el ego al recordarle el agradecimiento de que sería objeto por parte del gobernador y del Presidente de la República.
Sin embargo, nadie sabía a ciencia cierta dónde se ocultaba: si en los cerros agustinos o en el de Jáuregui, si en las cañadas de la Gavia o en las estribaciones de la Sierra Madre de Michoacán. Las largas pausas de silencio que de repente se dejaban sentir en toda la región, hacían creer que Valentín Mancera ya había abandonado la lucha ni estaba muerto, sencillamente se retiraba a los montes a reorganizarse, en tanto que varios arrieros de sus cuadrillas y curas de su mayor confianza, repartían entre todos los pobres el fruto de sus vistas a las haciendas y graneros, tiendas y casas solariegas.
En realidad, él nunca abandonó Celaya, aunque con disfraces diferentes, por no ser reconocido por nadie, solía pasearse por sus calles y plazoletas, entraba a lo templos, se sentaba en el jardín, conversaba con amigos y sacerdotes que se mantenían al tanto de sus bienhechoras acciones. El resto de las personas no lo reconocían, excepto Sanjuana Márquez, la mujer a quien tanto amó. Ésta vivía en la calle de La Humildad, del barrio de San Juan de Dios, con su madre y una hermana de nombre María Virginia. En el fondo, las dos muchachas eran ambiciosas, pues, a pesar de que Valentín no las tenía desamparadas, apenas conocieron la cantidad que se ofrecía por aquella cabeza, urdieron una traición para quedase con los trescientos pesos oro y ganarse, además, el respeto, la admiración y el apoyo de las autoridades y las clases privilegiadas.
SU MUERTE
La mañana del 13 de marzo de 1882, por el rumbo de Chamacuero, las tropas federales tuvieron un fuerte y prolongado enfrentamiento contra los más de mil quinientos campesinos que formaban las fuerzas de Valentín Mancera, entre los que se encontraban varios curas y hasta algunos desertores de la Acordada.
En esta acción murieron cincuenta y nueve hombres de Dionisio Catalán, pero también allí perdió la vida, junto con otros doscientos, el segundo de Mancera: Cipriano Méndez, a quien los españoles de Acámbaro habían logrado del gobernador el permiso para ponerle también precio a su cabeza. Aunque el golpe fue muy duro, Valentín no se rindió ni en ésa ni en la otra batalla del viernes siguiente, en la que sucumbieron otros dos de sus lugartenientes. Por el contrario, convencido de que tarde o temprano las poblaciones de todo el país se sacudiría de encima el peso de semejante esclavitud, el domingo 19 de marzo decidió ir de nueva cuenta a Celaya para visitar a la mujer con quien pronto se casaría, según sus planes, y así terminar con los rumores de que se la pasaba entre concubinas y hombres de malos tratos. Sus padres lo bendijeron, el papá lo abrazó emocionado y con orgullo, la mamá no pudo contener el llanto, como si presintiera un triste fin para aquella vida azarosa y caminera. Pero él los tranquilizó, despidiéndose de ellos con palabras muy sentidas y de mucho respeto, asegurándoles que nada malo le iba a suceder.
Sin embargo, Virginia, apenas lo vio llegar al Eslabón de Oro, donde ellas trabajaban sirviendo copas y comida a los parroquianos, hizo como que salía a un mandado, sólo para correr a la comandancia a avisarle al Jefe Político y Comandante del Estado de Guanajuato. Dionisio Catalán Gachuz. Cuando éste, en compañía de su escolta y un piquete de dieciséis soldados acudió a al lugar, Sanjuana, siguiendo las instrucciones del propio Jefe, ya le había dado a Valentín una copa de ajenjo, curada con opio. Primero, el propio Catalán le disparó un balazo, pegándole en le brazo derecho, Valentín todavía pudo sacar su pistola y trató de defenderse pero los humores de la droga ya habían surtido sus efectos, impidiéndole evitar las lluvias de balas que trató de hacerlo polvo, cuando en realidad lo volvió inmortal en coplas, leyendas y películas como La feria de las flores, con Pedro infante, donde se relataba su historia.
De tal modo, el fusilamiento fue fácil e inmediato, a través de la ventana, como lo cuenta un corrido:
Luego llegó Catalán
a la casa de Sanjuana
y mandó darle balazos,
cual perro, de la ventana.
LA CALLE DE LA HUMILDAD
El asesinato ocurrió en la calle de la Humildad, del antiguo Barrio de san Juan de Dios, hoy segunda de la calle de Juárez o Sur de Juárez, cerca del templo de San Juan. Allí era la casa y el "negocio" de la familia Márquez, en el cual María Virginia y Sanjuana servían para todo, hasta para traicionar a un hombre valiente, quien sañaba en el amor y en un futuro mejor para su gente y su tierra.
Valentín nació en San Juan
y en San Juan de Dios murió,
y se nombraba Sanjuana
la infame que lo entregó
Continúa contadno el pueblo a través del anónimo corrido.
Pero aquellos balazos hicieron que toda la ciudadanía se movilizara hacia aquel barrio pobre, incluida la madre del alzado, a ver cómo los militares, aplaudidos por un nutrido grupo de prósperos comerciantes de habla castiza, se llevaban el cadáver par exhibirlo y retratarlo, de acuerdo a la costumbre impuesta dsde México, en la Plaza de San Francisco, donde aún no había "Bola del Agua", sólo flores y árboles que en las tardes de abril derramaban perfumes y le daban sombra al peón o a la afligida esposa, que iban a pedirle a la Virgen Inmaculada su amparo o su perdón.
Las dos mujeres jamás fueron llamadas a recibir la codiciad recompensa, ni ls admiraron los personajes de la alta sociedad, ni obruvieron el respeto de las autoridades. Nada de lo que ellas suponían y esperaban sucedió. No fueron reconocidas por nadie. Apenas lavaron aqella noble sangre derramada, el olvido se apoderó de sus personas. Y nadie supo ni sabe qué fue de ellas.
En cambio, manos anónimas señalaron con piedras blancas el lugar donde a la quinta noche sepultaron aquel cuerpo relleno de cal viva. Allí fueron a llorar sus padres, sus amigos, sus admiradores, mucha gente del pueblo. Se dijo misa, se guardó silencio para que nadie se quedara sin pensar en que desde aquel momento todo el país ya sabía de los afanes opositores a la dictadura de un sencillo hombre del campo, mucho antes de los pronunciamientos minero y cañero, respectivamente, de Cananea (1906)y Río Blanco (1907), que empujaron al estallido de la Revolución de 1910.
Algunos años después, a finales de 1890, alguien mandó erigir el actual monumen to al que conocemos con el nombre del Obelisco, pero sin ponerle lápida ni nombre alguno, cual si con esto se quisiera honrar y desafiar, al mismo tiempo, la memoria del pueblo, que jamás olvida a sus verdaderos héroes.

9 comentarios:

  1. Hola. Primero que nada lo felicito por compartir estos conocimientos en la red. Creo que es de suma importancia que preservemos éstas historias como parte de nuestra herencia cultural. Déjeme comentarle que soy estudiante de Comunicación y estoy haciendo un documental sobre la figura de Valentín Mancera. Traté de enviarle un correo pero hay un problema con mi outlook. Quisiera ver si podemos citar información de su blog en nuestro documental, fuentes bibliográficas y si pudiéramos ponernos en contacto con usted, nos gustaría invitarlo (mi equipo y yo) a que nos apoyara con la realización de nuestro proyecto.
    Mi correo es ricardocar_01@hotmail.com si le interesaría y de antemano gracias

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  2. Soy oracio Leon . descendents directo de Valentin solicito mas information y los felicito. mi mail es lgmex@live.com

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  3. Qué buena informaciòn, lo felicito y muchas gracias por compartirla. ¿Es usted historiador o como ha conseguido recopilar toda esta historia? Tengo un programa de música tradicional mexicana y hoy lo estaré dedicando a canciones y corridos de la Revolución. Voy a tomar algunas referencias de este material que nos comparte y desde luego que citaré los créditos. Mi nombre es Dolores Sanjuan, mi correo es lolisjoplin@hotmail.com y el programa se llama Rutas de México y sale por Radio Universidad de Guadalajara www.radio.udg.mx. Muchas gracias

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  4. No se quien escribió la fantasiosa vida de un tal “Valentin Mancera” elogiándolo como héroe y calificándolo como bandido generoso de buen corazón, que ayudaba a los pobres y desprotegidos, que contaba con 1500 hombres para sus fechorías. Enemigo acérrimo de los hacendados y del régimen de don Porfirio Díaz. No te pases de mamila no llenes de basura y de verborrea barata tu narración, es cosa de risa son tantos tus elogios a ese tal Valentín Mancera que dejas chiquito al insurgente “Albino García Ramos” el bandido que azotaba a todo el bajío. Sí Valentín Mancera era un personaje muy chingón por qué no aparece en la historia ni como caricatura porque nunca existió es solo una leyenda de la rancherada, de un cronista ignorante ó de un lunático de esos que distorsionan la historia a su modo. La leyenda mas creible es la de un tal “Valentín Mancera” hombre rudo y analfabeta, oriundo de San Juan de la Vega , que se hacía acompañar de cuatro hombres mal encarados que llegaban a Celaya Gto. Solo a provocar problemas, alterar el orden publico, busca pleitos. Algo muy penado en la época Porfiriana. Valentín Mancera era muy altanero y sus hombres sacaba sus armas para atemorizar era asesinos crueles y cobardes, se escondían en San Juan de la Vega ó San Miguel Octopan. Después de un tiempo regresaban a Celaya. La sociedad estaba harta de esos torvos sujetos. el acabose llegó cuando Valentín Mancera asesinó a un trabajador de Don Eusebio González hombre hombre muy rico que solicitó la ayuda de los rurales policía muy especial. La cual acabó con ellos . a Valentín Mancera le pusieron precio lo cual fue muerto acribillado, en un hotelucho que estab en la esquina de la calle de Pípila y Zaragoza. Su cuerpo fue exhibido casi desnudo en la Plazoleta de la Cruz (hoy) Mercado Morelos. El cuerpo fue levantado por gente de San Juan de la Vega y no se supo más de él. Hablando de la tumba en forma de obelisco del panteón viejo , según el “Señor Vallejo” Administrador de los panteones dice que esa tumba fue construida en 1920 fue pagada su perpetuidad , pero nunca sepultaron a nadie , es una tumba vacía que no tiene ninguna relación con el tal Valentín Mancera , muerto en 1882 ni tampoco existe en el panteón viejo un registro co ese nombre. ¿Qué paso¿ que un lunático ignorante puso “Valentín Mancera en esa tumba vacía. ¿Qué paso con Valentín Mancera¿ el bueno ó el malo los dos están perdidos en la leyenda y el olvido igual que su feo corrido. ATTE. Grupo de Investigación y Estudio LOBO.

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    1. Yo preguntarìa tambièn ¿Cual es tu fuente de informaciòn? Digo para comparar los datos que se informan aquì y los datos que tu nos haces el favor de entregar.

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  5. Sr. Ontiveros. Ud aporta muchos datos sobre Valentín Mancera porque, efectivamente, la imagen de Mancera "el bueno" , como lo llama es la que se ha propagado gracias a su corrido. Estoy escribiendo un trabajo sobre el corrido de Valentín Mancera en la prensa popular. Podría decirme de dónde sacó sus datos. Mi correo es frinetramirez@hotmail.com Realmente me serviría su información.

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  6. Por favor haz llegar las fuentes de informacion; no hagas pensar que solo inventas. la verdad nos hará libres. una humilde opinion

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  7. Yo conozco poco de valentin mancera pero voy a comentar algo que me platico mi padre alfonso gomez mancera que en paz descance mi padre nacio en 1903 en celaya gto era hijo de guadalupe mancera ( mi abuelita ) oriunda de sam juan de la vega y mi padre comentaba que era prima de valentin contaba mi papa que una vez a valentin lo seguian los soldados y fue a esconderse con mi sbuelita lupe y lo escondio bajo sus enaguas burlando asi a los soldados igualmente me platico mi papa algo de la historia del vandolero de san juan de la vega el chueco atanazio si hay historia al respecto yo no tengo comprobantes de lo que les cuento pero yo lo tomo en serio porque me lo conto mi padte nosotros somos nacidos en soria gto y .i papa trabajo en la fabrica que fue de don eusebio gonzalez es solo un comentario de lo sucedido en esta region

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  8. Yo soy salvador gomez centeno tengo 73 años y naci en soria guanabuato

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